lunes, 7 de julio de 2014

Psicólogos sin licencia


Imagen tomada de: /www.eparquiodelgado.com/
No sé si les pasa, pero muchas veces sucede que alguien nos cuenta sus problemas por aquello que “somos personas confiables” y terminamos más metidos, preocupándonos por la resolución de todas sus cuestiones que ellos mismos…y eso apesta, porque al final hasta logramos resolver esos problemas, pero terminamos siendo el paño de lágrimas de todos, el psicólogo del grupo y el único cuyos problemas no son asunto de nadie más. 

En todo caso, no es nuestra propia gloria, (aunque siempre  alegra haber ayudado a los amigos :3) uno termina por enfrentar sus problemas solo  y la experiencia como psicólogo, terapeuta y paño de lagrimas amateur de los amigos sirven para nada, por el simple hecho de que uno jamas podrá usar esas herramientas para uno mismo y terminamos buscando a otro pende/amigo que nos ayude o simplemente hacemos de tripas corazón, cogemos valentía de donde no la hay y seguimos adelante.

Así uno sea el soltero loco, el hijo menos querido y mantenido, el videoso acomplejado, el asocial del grupo…por alguna razón, pretendemos saber cómo resolver los problemas de los demás, somos el típico predicador: "que predica pero no aplica". Sin embargo, a estas alturas y a pesar de todo, tomamos nuestras tristes y macabras experiencias que puede que sirvan para el crecimiento personal de alguien que nos importa, es un buen uso que se les puedo dar, ¿no les parece? Claro, puede que nos lleguemos a sentir como Laura Bozzo en su afamado, divertido y sobretodo realista programa (Que Dios nos libre de este mal).

Al final no es tan malo estar allí para quien lo necesite, quizás, algún día estén ellos allí para   uno, si se ocurriese buscar a alguien en esos días de malparidez cósmica que nos dan a todos, aunque, si quieren tomarlo como consejo, solo uno sabe en que está metido y como se metió allí, entonces ¿Quién mejor para pensar en una solución que uno? La soledad a veces es mejor consejera que cualquier voz externa, un café y un buen libro, lejos de casa, sin nadie que te conozca alrededor, para mí, es la mejor medicina para la depresión. (Habló Doña Quintero). Yo en cambio, prefiero distraer la cabeza en el lugar de preferencia - la rumba está incluida - y aunque la soledad es buena compañía, si es bueno hablar de los problemas que nos agobian con alguien porque puede que nos den un buen consejo o nos hagan  morir de risa con una solución trillada y fuera de lo normal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario