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Por: El Osorio
Muchas personas me han dicho que Bogotá es la ciudad de las oportunidades donde se puede estudiar y trabajar al tiempo, sinceramente no sé cómo sea la situación en otras ciudades y la verdad no es el tema importante ahora ya que hoy quiero hablar de las personas que nos quemamos el coco todo el día trabajando para terminar de quemarlo en la universidad o el instituto cada noche.
Aquellos que seguimos esta rutina diaria no es
extraño estar somnolientos, con afanes y algunos (como en mi caso) con delirios
pre y post parciales todo el tiempo. Mientras algunos de ustedes están viendo
arropaditos Avenida Brasil, Yo me Llamo o perdiendo el tiempo en Internet (como si yo
no lo hiciera), hay quienes están en las aulas aprendiendo a pesar del estrés y
cansancio que deja una jornada laboral, esto sin importar el cargo que
tengamos.
En mi caso el día inicia a las 5:00 am con el
sonido desesperante del despertador del celular después de su tercer pito,
porque despertarse en el primero sí que es jodido; después de lavar los
dientes, tomar una ducha y vestirme hay que ir
a enlatarse en el Transmilenio. En el viaje se leen las copias y los más osados
hacen trabajos desde la comodidad del celular; ya en la oficina el café de la
mañana y a iniciar la jornada.
Entre
el informe para el jefe, el favor al compañero y el regaño del gerente hay que
terminar de leer copias, corregir los trabajos a presentar y medio estudiar de
reojo para el parcial del día, claro, eso si tiene un jefe buena gente que le
permite hacer eso, de lo contrario hay que hacer uso del manual del disimule
(que nunca ponemos en práctica) para que
no nos pillen estudiando en el trabajo y nos ganemos por juiciosos un memorando.
Terminando la Jornada, nuevamente de vuelta a
embutirse en el Transmilenio y a releer las copias, ya que la información adquirida
se fue por el botón de enviar con cada Email. Al llegar a la universidad
primero hay que tomar un café, una gaseosa o fumarse
un cigarrillo, cada quien tiene sus rituales para mantenerse
despierto y lúcido para poder estar en mente y cuerpo en la clase. Mientras la
cátedra dura hay una lucha entre la atención y el sueño ¿Quién ganará? Por experiencia
el sueño gana los cinco primeros rounds desconcertándonos del profe y haciendo que
nuestros apuntes sean jeroglíficos por descifrar.
Terminada la clase lo único que añoramos es
llegar a casa y meternos en nuestras calientes camitas a dormir cual comercial
de colchones o almohadas, pero como la realidad es distinta nos espera un
escritorio frío, un café caliente y una lista de trabajos por hacer para la próxima
clase. Esta es la causa de nuestra somnolencia diaria y excusa para los
momentos de rabonería espontanea.
Señores, estudiar y trabajar no es para
cualquiera, pero es una realidad que nos
toca vivir a la mayoría, llena de satisfacciones y sobretodo trasnochadas donde
nuestra vida social es limitada. Sin embargo, el sentimiento de gloria y
orgullo con nosotros mismos es tal que esos 5 años de sacrificios valen la
pena, además de la ventaja que ya tenemos experiencia en el ámbito laboral a diferencia de los demás. ¡Tomen esa!
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